miércoles, 27 de agosto de 2008

El hombre de las manos azules


Carta al ingeniero Felipe Boyajian

Le escribo desde la jungla, jungla de escritos, de tertulias
de palabras y libros que la mitad ni entiendo, no se acomodan nunca dentro ni fuera del marote que llevo atornillado en el cuello.
Usté conoce como se me animan las manos, y se me anima el cuerpo, bah, se me revuelve todo cuando la poesía se cruza en la austeridad de esta ciudad o en la modernidad absoluta de algún teclado, ando sufriendo lo disparejo de los acentos, de no dormir temprano y de lo que es peor, el sol se esta yendo, pero aunque no ande sabiendo lo que ha hacer, sé para donde voy y lo que soy, y soy de las que nacen celestes y blancas, vio, creo que ya lo sabe ingeniero, estoy hecha así, de la industria argentina casera. Made in la costa atlántica. (Esta carta entiendo es incomprensible)
Jungla, jungla, la de usté y sus laberintos suaves, sagrados del Amor, palabra que tan bien le queda en su boca cordobesa. ¡Que linda le queda la locura ingeniero Boyajian!
Me acuerdo ahora de avisarle que “El hombre de las manos azules” está sin terminar ¡Como sueña esa pintura no se puede creer¡
Volviendo al tema de la cabeza y del marote y la confusión, no sé si se habrá dado cuenta que le hablo de todo y de nada, como siempre, vio.


Atentamente, La Licenciada.

25 de Marzo del 2008.

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